domingo, 1 de mayo de 2011

Mi vida en el pueblo

Esto es una historia que se me ocurrió. Es muy divertida. la iré poniendo poco a poco. Espero que os guste.
Rub.



Hola, me llamo Judith, tengo 15 años y os voy a contar mi historia. Bueno, mejor dicho, mis historias.
Yo soy una chica normal y corriente, de ciudad, hasta que conocí a la que hoy es mi mejor amiga, Ciara. Ella vivía en la misma ciudad que yo, pero tenia una casa en un pueblo de la montaña, y no se le ocurrió una cosa mejor que invitarme durante unas vacaciones, en ese momento mi vida cambió. Todavía no tengo claro si a mejor o a peor, porque las cosas que comenzaron a sucederme parecen de ficción.
Os voy a contar algunas cosas de mi vida para que me conozcáis un poco más. Vivo en una casa, tengo un padre y una madre, como es lógico. Además tengo una hermana, es cansina, pero en el fondo nos queremos. También tengo una perra, una tortuga y algunos peces. Sí, mi casa parece un zoológico.
Voy a un instituto normal, me divierto como cualquier persona normal y no sé, mi vida es como la de cualquier persona. Eso sí, me gusta hacer el tonto más que a nadie. Por eso, quizá, de vez en cuando, me llamen payasa. Mi hermana desde siempre me ha dicho sonrisitas, supongo que será por mi buen humor. Aunque esto también podría cambiar en los próximos meses de mi vida. A partir de, como ya os he dicho, me fui de vacaciones, ahí, en ese momento, dejo de ser todo normal para convertirse en la historia más surrealista que os podáis imaginar.
Ahora os voy a presentar a Ciara, ella tiene un años menos que yo, aunque estamos en la misma clase, no es que yo haya repetido, es que cumplo los años los primeros días de enero y ella los últimos de diciembre. Es una chica rara, ¿para qué nos vamos a engañar? Pero en el fondo es buena gente. Sus padres se llaman, Fátima y Alfonso, también tiene una hermana Merche y dos perras. Y tengo que confesaron que cuando nosotras dos nos juntamos no somos normales.
Empezaré contado como fue el primer día que llegué a aquel pueblo perdido.
Salimos tarde, como siempre que vamos. Alfonso siempre llega tarde, el pobre trabaja mucho. Fátima ya estaba un poco de los nervios, nos tenía a todos montados en el coche y con las maletas atrás, cuando lo vimos llegar por la esquina en su moto. Corriendo, la metió en la cochera y se subió al coche sin perder ni un segundo más. Arrancamos y nos fuimos rumbo a aquel pueblo. Tengo que confesaros que estaba nerviosa, era la primera vez que iba y por lo que me había contado Ciara, allí la gente, muy normal que digamos, no es. Llegamos tarde y subimos las maletas a la casa. Me impresiono bastante, nunca había visto una casa tan antigua y además, ¡con los techos tan bajos! Yo para mi pensé: “Esta casa esta hecha para gente pequeña” Y en un momento de descuido me di un golpe en la cabeza con el marco de la puerta, que como podéis imaginaros, era también bajo. Tras dejar las maletas salimos a la calle y Ciara tosió, entonces como primera sorpresa me di cuenta que un vecino salía de la puerta de al lado. ¿En ese pueblo te conocían por cómo tosías? Eso me pareció, por lo menos aquella primera vez. Ciara y Adrián se saludaron con un abrazo y luego nos presentaron.
Como ya era tarde y ninguno teníamos ganas de cocinar, pero eso si, estábamos muertos de hambre, fuimos a la pizzería a cenar. Me pareció la pizza más buena del mundo. No sé si era así, o era del hambre que llevaba.
Luego volvimos a la casa de Adrián, que en ese momento estaba estudiando para un examen de inglés. En seguida me di cuenta de que ese chico de inglés, sabía más bien poco. Y yo, muy decidida, lo anime para que copiara en el examen. Ya empezábamos con las trastadas. Después de esto, Ciara y yo nos fuimos a su casa, ya estábamos cansadas y nos acostamos. No tardamos nada en dormirnos.


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